VV.AA.3
En los años ochenta se respiraba el ambiente propicio para que los creadores se desquitaran de una España conservadurista, sombría y gris. El diseño, a medida que la sociedad se transformaba con estéticas descaradas, la aparición de tribus urbanas y un elogio al exceso, se fue revistiendo de capas que añadían mayor contenido comunicativo, simbólico y experimental. En ese escenario, unos jóvenes valencianos con ganas de salir de su hogar burgués, divertirse y, sobre todo, vestirse con una moda aún por crear, comenzaron la andadura de Tráfico de Modas. El nombre respondía a un juego de palabras que retaba a los procesos estables, coherentes, que implicaban los grandes relatos en beneficio de una forma de crear más lúdica y de aspecto cambiante. Bautizados así, algunos de los hermanos Errando Mariscal -Pedrín a la cabeza como diseñador, Santi, Jorge, Ada y Javier Mariscal, quien estuvo vinculado al diseño de los tejidos desde el principio-, junto con María José Villalonga, emprendieron una yincana que los llevaría a ocupar un hueco dentro de la moda nacional, todavía demasiado encorsetada, a la que con el tiempo se sumaron más miembros del entorno familiar. Por otra parte, la industria textil española de las últimas décadas del siglo XX situó el diseño de moda una manifestación privilegiada de la expresión artística. En una época consagrada al esplendor de identidades prefabricadas, algunos jóvenes creadores decidieron desmarcarse de posturas tradicionales y elitistas para abarcar un mercado ávido de tendencias múltiples. Eso es precisamente lo que diferenció a Tráfico, el aprovechar la amplitud de miradas hacia la moda para volcarlas en sus diseños, a veces muy distintos entre sí, en una especie de huida del mismo concepto de marca. Sin embargo, convencidos de que el diseño de moda, además de ofrecer variedad, debe ofertar calidad, y esto pasa por la elección de buenos tejidos y la confección "made in Spain, su ropa se caracterizó por la convivencia entre los rasgos de una modernidad creciente, con referencias al presente, y un espíritu identitario que jugaba e ironizaba con algunos símbolos patrios de siempre. Todo ello en un momento en el que la industria textil española comenzó a generar suficientes beneficios y espacios para que el fenómeno de la moda pudiera comenzar a caminar.